sábado, 30 de junio de 2012

El difícil trabajo de ser... Vendedora de ropa


¡Que levante la mano la que nunca se quejó y criticó a las vendedoras de ropa! Que son insistentes; que están siempre detrás de nosotras, pendientes de la percha que agarramos; que no nos dejan recorrer tranquilas el local siendo nuestra sombra e insistiendo en que ese vestido que vimos viene en varios colores. Pero creo que hay algo aún más molesto: sus mentiras. Ustedes pensarán que tengo una obsesión con el jeans. Y lo cierto es que.. si la tengo. Pero estoy segura que esa pieza mágica de ropa, que tiene sus comienzos con Levi Strauss como una indumentaria de trabajo, hoy es uno de las prendas de culto por todas nosotras. Y también una de las esas más difíciles que nos quede bien.

¿Qué tiene que ver esto con las vendedoras? Que estoy convencida que nos mienten en la cara cuando vamos a comprar esa prenda sagrada. Es sencillamente... pecado. Prefiero una respuesta del estilo, “la verdad es que no podes salir a la calle con ese pantalón, te hace ver como una salchicha” a comprarlo pensando que soy una diosa y luego termina en el placard siendo usado sólo una vez. Y digo esto con conocimiento de causa.

Hace algunos años recorriendo un local de Ricky Sarkany, vi unos jeans. Siendo sincera, creo en la teoría de la especialización de las marcas: una casa de zapatos no puede tener buenos jeans. Pero en esa época no estaba tan convencida. En el probador me di cuenta que no me beneficiaban, pero la vendedora apareció en el momento justo con el mensaje letal “te queda perfecto! ese es el talle”. Obvio, me endulzó, y aún sabiendo que su uso sería polémico, los compré. Sólo me los puse una vez, en un cumpleaños en el que evitaba pararme: me daba vergüenza ser vista con esos jeans-calza-deformantes.

Si aún tenes dudas, tengo otro ejemplo que confirma la teoría. Recuerdan las compras de aquel sábado de shopping? Bueno, aquella chica que parecía una morcilla se compró unos jeans que claramente eran tres talles menos por recomendación de la vendedora. Chicas, les juro que valoramos más que nos digan que necesitamos un talle más a comprar una prenda que quedará en desuso. 

Ahora me pongo en el lugar de la pobre joven que tiene que mirarnos en el probador (que claramente no es el mejor lugar para lucirnos), poner cara feliz y convencernos que somos una divinura. No es tremendamente difícil el trabajo de vendedora de ropa?

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