miércoles, 20 de junio de 2012

I do...


Nunca les pasó que estaban visitando un museo, catedral o simplemente un restaurant y terminaron siendo parte de uno de los momentos más importante en la vida de otras personas? Lo que para uno puede ser simplemente conocer una obra artística, para otros puede ser uno de los momentos más lindos de sus vidas. Y sin saberlo ni quererlo podemos ser extras de esa escena...

Una tarde de visita por Roma, en el final de un largo viaje por Europa, fui partícipe de uno de esos momentos. En la lista de “lugares a visitar” había tildado el Coliseo, Trastevere, el Vaticano y Piazza Spagna, sólo me quedaba por visitar el Castillo Sant’Angelo y el Panteón. Creía que ya nada ningún lugar podía sorprenderme, había recibido suficientes elogios de los italianos y que la dosis anual de gelato y pizza estaba superada. Pero... siempre hay que estar preparado para los flashes!


El Panteón me pareció increíble, quizás fue porque no tenía muchas expectativas en su visita o porque no tenía idea lo que iba a encontrar. Pero la plaza que lo rodea, los turistas ansiosos con sus cámaras y la majestuosidad de su cúpula formaban el marco perfecto para lo que sería un momento especial. Mientras caminaba con una amiga, recorriendo las tumbas de no recuerdo que personalidades, vemos que en el centro, justo donde la luz del sol marcaba la escena de la película, se agrupa mucha gente haciendo una ronda. Por supuesto en ese instante se me cruzaron muchas posibilidades, entre ellas la presencia de Leonardo Di Caprio o Brad Pitt (sin Angelina). Pero no, los miles de turistas estaban observando la escena de un joven turista arrodillado ante su novia proponiendo casamiento.

Todas las mujeres con lágrimas de emoción ante el chico que no sólo había llevado consigo un hermoso anillo de compromiso, sino que ante el “Si, quiero casarme con vos” (Yes, I wanna marry you) llenó el lugar con pétalos de rosa. Les juro que hasta ese momento pensaba que no había nacido con el gen de la emoción de las propuestas de casamiento, pero creanme que lo tengo. Me di cuenta de que sin querer y sin esperarlo, había sido parte del momento especial de la vida de esas dos personas. 

No se si se habrán casado, pero en mi imaginación la historia terminó con una linda boda llena de amigos y familia en algún pequeño pueblo europeo. Él lo había preparado todo: organizó un viaje a la romántica ciudad de Roma, compró un anillo de compromiso increíble, se encargó de juntar los pétalos de rosas, y hasta eligió un lugar mágico y lleno de luz para la propuesta. Pero se olvidó sólo de un pequeño detalle: nunca le dio indicios a ella de cómo vestirse ese día para salir a recorrer la ciudad. En la foto final, ella se va a ver en jogginetas con la cámara colgada al cuello aceptando una propuesta de matrimonio. 

Dedicado a mi querida Iso, quien me sugirió que escribiera este post.

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